sábado, 25 de abril de 2015

Nabucco (7) - Segunda Parte



SEGUNDA PARTE: EL IMPIO

La acción de la segunda parte o segundo acto de Nabucco transcurre en las estancias del palacio. Abigaille entra apresuradamente en una de ellas con un pergamino en la mano. La que creía ser hija de Nabucco ha descubierto un documento que demuestra que  es hija de esclavos. En un recitativo acompañado (Ben io t'invenni, o fatal scritto!...) revela sus intenciones: no consentirá que Fenena, su supuesta hermana, sustituya en Asiria al rey mientras se encuentra en batalla contra Judea, pero además intentará desbancar a Nabucodonosor en el trono.  Al recitativo le sigue una etérea y melancólica aria, “Anch'io dischiuso un giorno”,  en la que añora el momento en que su alma era cándida e inocente. El tiempo y las circunstancias, como el rechazo de Ismaele o el descubrimiento de que es hija de esclavos, han endurecido su carácter. Se trata de un momento en el que, tanto dramática como musicalmente, comenzamos a sentir cierta simpatía, o quizás sea mejor decir compresión,  por tan malvado y ambicioso personaje; sin embargo, no deja de ser la forma en que la pérfida Abigaille pretende justificar su sed de poder. Este momento de melancolía es interrumpido por la entrada del Gran Sacerdote de Baal, quien está escandalizado porque Fenena ha empezado a liberar a los hebreos.  Para poner solución a tal desaguisado el sacerdote y un grupo de magos han planeado una solución: han hecho correr el rumor de que Nabucco ha muerto y Abigaille tendrá que hacerse con el poder sobre el pueblo asirio para restituir las cosas al estado anterior.  En la cabaletta “Salgo già del trono aurato” Abigaille, a quien la propuesta del Gran Sacerdote le ha venido como anillo al dedo, se ve ocupado el sangriento trono asirio y dando riendo suelta a su venganza.
No cabe la menor duda de que, con permiso del “Va pensiero”, es el fragmento más logrado de toda la ópera, es  digno de figurar en cualquier antología de las mejores arias para soprano de Verdi y seguramente la más difícil de todas ellas, por cuestiones de técnica y extensión vocal (hay que moverse en un intervalo de dos octavas).  La estructura es similar a “Casta Diva” de Norma: recitativo de la soprano (Sediciosi voci/Ben io t’invenni), aria (Casta Diva/Anch’io dischiuso un giorno), transición con intervención del coro y cabaletta (Si bello a me ritorna/Salgo già del trono aurato). Conforme vaya avanzando el Romanticismo, con su afán por la libertad creativa, esta rigidez formal saltará en mil pedazos y Verdi tendrá mucho que ver en ello, pero en el momento en que compuso Nabucco no estaba en condiciones, ni por estatus artístico, ni por madurez creativa, para innovar en exceso, aún así hizo algunas cosas muy interesantes en el desarrollo del drama utilizando los contrastes de tensión incluso dentro de una misma escena.
Es la primera vez en la que la protagonista tiene toda una escena para ella sola, hay que fijarse en el hecho de que antes de entrar Abigaille en escena se escuchan tres golpes orquestales, como se solía hacer para anunciar la entrada de los soberanos en los actos oficiales. El recitativo exige ascensos al agudo y bruscos descensos al grave (conviene fijarse en la parte final en la que hay un ascenso al do sobreagudo y un salto al do grave en "o fatal sdegno!") , el aria requiere un canto ligado y un amplio despliegue virtuosístico, no sólo por los adornos sino también por las exigencia de mantener el fiato. Terminada el aria el pasaje de transición a la cabaletta cuenta con la presencia del coro masculino entonando una melodía que ya hemos escuchado en la obertura. La cabaletta, como es habitual, es una stretta en la que hay intervenciones secundarias (pertichini, lo llaman los italianos) del coro y como era habitual tiene su repetición o da capo.


Y ahora llegamos a un súbito cambio de atmósfera que está confiado a los violonchelos, una anticipación de lo que será el Verdi maduro (la escena de Felipe II en Don Carlos), Zaccaria, acompañado por un levita con las Tablas de la Ley,  se dirige a los aposentos de Fenena pero antes entona una suerte de plegaria, precedida de un recitativo,  dirigiéndose a Dios, se ve predestinado a protagonizar la conversión de los asirios.  Se trata del recitativo Vieni, o Levita! … y la plegaria: Tu sul labbro de' veggenti…, un fragmento sencillo pero de gran eficacia dramática y espiritual.


Finalizada la plegaria, Zaccaria marcha hacia los aposentos de Fenena, entrando por un lado del escenario un grupo de levitas y por el lado contrario Ismaele, quien es maldecido por éstos a causa de su traición mientras que él, que se siente incomprendido, implora la muerte. Verdi utiliza melodías que ya aparecieron en la obertura, es un momento de claro contraste con el de la plegaria en el que suena toda la orquesta. Pero ahí está Anna para manifestar que Ismael, salvando a Fenena, ha salvado a una hebrea (se confirma la conversión de la hija de Nabucco), y Zaccaria está también allí para atestiguarlo. ¿A que parece que al margen de la invasión babilónica está todo solucionado? Pues no, porque en ese mismo instante aparece un soldado anunciando que Nabucodonosor ha muerto y que el pueblo quiere a Abigaille como su sucesora. Fenena está dispuesta a unirse a los rebeldes pero aparece Abigaille que quiere quitarle la corona. En ese mismo instante hace acto de presencia el rey  Nabucodonosor, quien arrebata a Fenena la disputada corona y se la coloca en la cabeza. Este momento de desconcierto general es el que se para la acción y llega un número de conjunto, un canon que se encargará de mantenernos en tensión, primero van entrando los solistas, comenzando por Nabucco y finalmente el coro. 


Nabucco asegura que su venganza caerá sobre el templo de Jerusalén y  que sólo existe un Dios y es nada más y nada menos que él mismo (V'è un sol Nume... il vostro re!), quiere que lo adoren, pero Zaccaria se niega, así que el sacerdote es condenado a muerte. Fenena, que sorprende a su padre comunicándole que se ha convertido al judaísmo, está dispuesta a seguir a Zaccaria hasta la muerte, Nabucodonosor reacciona violentamente y fuerza a su hija a postrarse ante él (Giù! prostrati!... non son più re, son Dio!).


Se produce un ruido ensordecedor sobre Nabucodonosor que, aterrado, siente que fuerzas sobrenaturales le arrebatan la corona. Un destello de locura asoma en sus facciones. Ha llegado el momento de la escena de la locura de Nabucodonosor, Chi mi toglie il regio scettro?...,  (¿Quién me arranca el cetro real?). Zaccaria proclama el castigo del vanidoso Nabucco cuya corona  ha caído al suelo. Abigaille se apresura a recogerla pronunciando las palabras con las que termina este segundo acto, no ha terminado el esplendor de Babilonia.


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